SENDERO DE LA SIERREZUELA


Características del sendero:
·         Longitud: 17 Km.
·         Duración aproximada: 5 horas.
·         Dificultad: media.
·         Recorrido: lineal.
·         Época recomendada: durante todo el año.
·    Consejos: llevar ropa y calzado adecuado, así como cámara de fotos si se desea.
·         A destacar por estaciones del año:
o Verano: observación de anfibios en pozas permanentes, canto de insectos, labores típicas del olivar.
o   Otoño: observar contrastes de colores de la vegetación.
o Invierno: torrentes de agua, herpetofauna, observación de aves invernantes, recolección de la aceituna.
o  Primavera: observar insectos, escuchar cantos de aves, disfrutar los olores y el colorido de la vegetación.

Es esta ruta una de las más bellas con la que contamos en nuestro termino, compartida en parte con el municipio de Villafranca. Atravesaremos parte del GR-48, adentrándonos paulatinamente en los cuatro ecosistemas presentes en nuestro término: ribera, dehesa-monte mediterráneo, pinar y olivar, observando la riqueza que en cuanto a flora y fauna cada uno de ellos alberga. Los elementos de interés etnográfico, al igual que los históricos, también estarán presentes en este sendero, tales como pozos, torretas de vigilancia de incendios, trincheras de la guerra civil (vestigios mudos de cuando el frente estaba localizado en esta zona), el parque periurbano de “Fuente Agria”, vías férreas, majanos artificiales para el refugio del conejo, etc.

     Comienza el sendero en las inmediaciones de la iglesia de San Andrés Apóstol, continua por la Ronda de Obejo, descendiendo pocos metros, para decantarnos  por el sendero  que tenemos frontero a la dirección de nuestros pasos.

     Bajamos por esta pista terriza, circundada por muros de piedra a ambos lados, y dejamos a nuestra derecha una explotación ganadera, con diferentes razas de ganado caprino y aviar.

     En este descenso desembocaremos en el arroyo Concejo, en el cual podremos admirar los retazos de la vegetación de ribera, aloctona en algunos casos, como un denso cañaveral formado en su mayoría por una gramínea de gran tamaño, la caña (Arundo donax). Tras cruzar este arroyo con mayor o menor dificultad, dependiendo de la época del año en que realicemos el sendero, dejando en el lado izquierdo una zona de cultivos agrícolas y una edificación, avanzaremos para tomar el camino de nuestra derecha y comenzar  a ascender, ya que en este tramo del camino el desnivel se hace más pronunciado.




     En esta subida, comenzarán a aparecer en ambos márgenes del camino retazos de matorral característico del monte  mediterráneo, que nos evade del olivar que nos rodea. Entre estas especies, las que se pueden identificar con más facilidad en el lugar serian las siguientes: matagallo (Phlomis purpurea) de flor púrpura y hoja con peciolo, muy parecido a la estepa (Cistus albidus), también presente en este trayecto, pero de flor rosada y hoja no peciolada. Ambas especies son calcícolas y pertenen al matorral serial o bajo de la serie de sustitución del encinar. También se encuentran representantes del matorral noble o alto de la citada serie de vegetación, como pueden ser el aladierno (Rhamnus alaternus), de hojas que se insertan en el  tallo de manera alterna y el agracejo (Phillyrea  latifolia), cuya inserción foliar se produce de forma opuesta; además también están presentes el labiérnago (Phillyrea angustifolia), especie de la misma familia del agracejo, pero de hojas estrechas  parecidas al olivo, y el lentisco (Pistacia lentiscus), de hoja compuesta paripinnada, término este que hace referencia a su terminación en foliolos pares. Como especie arbórea dominante en esta zona estaría la encina (Quercus ilex subsp. ballota), árbol autóctono, que ha sido desplazado en determinadas zonas por el cambio que ha sufrido el uso del suelo durante siglos, transformando el ecosistema del bosque mediterráneo en otros ecosistemas completamente diferentes, como por ejemplo el olivar. Este hecho es el que infunde la importancia a los retazos a los que han quedado restringidos los encinares, que a nuestro paso nos encontraremos cuando atravesemos zonas predominantemente de olivos.

      Tras culminar la subida, podremos ver en el margen derecho del sendero una zona poblada en su mayoría por pitas (Agave americana), especie alóctona, y con anterioridad a éstas por zumaque (Rhus coriaria), arbusto introducido por los árabes, que era usado para el curtido de las pieles.

     Comienza el descenso hasta desembocar en la carretera A-3001, con dirección al embalse del Guadalmellato. En esta zona la presencia de aromáticas se hace más patente en una llanura que dejamos a nuestra izquierda. Como especies de flora más abundantes cabe destacar el almoradú (Thymus mastichina), aromática presente en nuestra zona y usada como condimento para multitud de platos de carne de monte.

     Es importante el cambio que sufre la vegetación en esta zona, ya que además del almoradú encontraremos: ajedrea (Micromeria graeca), siempreviva (Helichrysum stoechas), tomillo macho (Teucrium capitatum) y carra (Mercurialis tomentosa), plantas todas ellas usadas desde la antigüedad como remedios caseros para multitud de afecciones.

     La fauna más notable en estos lugares sería la siguiente: en cuanto a mamíferos,  la presencia de pequeños predadores como el meloncillo (Herpestes ichneumon) o la comadreja (Mustela nivalis), se hacen notar en horas crepusculares, en las que cruzan caminos y sendas para comenzar su actividad nocturna. También destacar la presencia de conejos, y liebres en menor medida, ya que durante todo el recorrido se pueden apreciar sus madrigueras, en el caso del conejo (Oryctolagus cuniculus), y camas de liebre (Lepus granatensis), si se es más observador.

     Rectángulo redondeado: De interés faunístico
Lagarto ocelado (Lacerta lepida): reptil escamoso de gran tamaño, sin lugar a dudas el más bello y más grande de la península. Presenta un color verde muy llamativo que contrasta con las manchitas  azul turquesa (ocelos) alojadas en los flancos de su abdomen.
Las mandíbulas son francamente poderosas, capaces de romper la quitina que recubre los élitros de los escarabajos y de propinar dolorosos mordiscos a quien lo importuna, apretando aún más al intentar librarnos de sus fauces.
Es de hábitos huidizos, propio de hábitats ruderales, aunque indiferente en cuanto a la espesura de la vegetación. 


     En cuanto a las aves podemos distinguir entre las que podremos escuchar entre las ramas de los árboles y arbustos próximos y aquellas otras de las que podremos ver su silueta sobre nuestras cabezas. En el primero de los casos las más comunes en la zona por la vegetación que aparece serían los herrerillos (Parus caeruleus) y carboneros (Parus major), además de mirlos (Turdus merula), gorriones (Paser domesticus), jilgueros (Carduelis carduelis), pardillos (Carduelis cannabina)… En cuanto a los de gran tamaño, podremos en vuelo contemplar grandes rapaces que pueblan la zona, como el busardo ratonero (Buteo buteo) y el águila perdicera (Hieraetus fasciatus), además de escuchar sus silbidos. También podremos escuchar silbidos al anochecer, siendo en este caso las rapaces nocturnas las que más se dejarán oír, como el autillo (Otups scops) y el mochuelo (Athene noctua); es común observar a este último animal, de pequeño tamaño, próspero en esta zona, adaptado a la vida en el ecosistema del olivar cercano.

     Tras abandonar esta zona el sendero comienza a descender, por un camino algo más erosionado, para desembocar finalmente en la carretera con dirección al embalse del Guadalmellato. En este trayecto los pies de encina se hacen más abundantes, apareciendo jara rizada (Cistus crispus), jaguarzo negro (Cistus mospeliensis) y unas aromáticas con flores de color morado muy característico: la lavanda (Lavandula stoechas), plantas todas ellas pertenecientes al estrato arbustivo de los grandes pies de encina anteriormente mencionados, conformando un refugio para toda clase de reptiles, entre los que cabría destacar al lagarto ocelado (Lacerta lepida) y la víbora hocicuda (Vipera latastei), debido a que se encuentran bajo un nivel de protección elevado.

     
      Cruzamos un arroyuelo temporal, inundado de rosáceas, y pudiendo escuchar a alguno de sus habitantes, como el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos). Además podremos observar una especie vegetal espinosa de fruto muy conocido, la zarzamora, que sirve de alimento a un gran número de especies de avifauna, como el zarcero común (Hippolais poliglota), el cual recibe el nombre por encontrar su nicho ecológico en las ramas de esta planta.

     Tras adentrarnos en la carretera, continuaremos en fila para evitar cualquier peligro por el margen izquierdo, observando la mayor densidad de quercíneas en la zona, cuya frondosidad y espesura da cobijo a gran número de conejos (Oryctolagus cuniculus). Además en esta zona se han creado majanos para ayudar a recuperar la población de este lagomorfo.

     Estos majanos son signos evidentes de la reintroducción del lince ibérico en estos parajes; muestra de ello es que una de las fincas colaboradoras en este sentido se haya situada en “La Sierrezuela”, monte en el que nos adentraremos mas adelante, tras abandonar esta carretera.
Tras cruzar el arroyo Parrosillo sobre un puente cementado, podremos observar en su cauce retazos de bosque de ribera, del sotobosque en este caso, con la presencia de algún fresno (Fraxinus angustifolia) y tarajes (Tamarix sp.).

     Continuaremos nuestra senda pasando bajo el puente de la vía férrea del AVE, dejando a nuestro margen derecho la presencia de un aulagar con una gran densidad, en donde la aulaga (Genista hirsuta) es la especie predominante. Esta planta cubre de un manto lúteo toda la zona, siendo junto a las cistáceas la protagonista de la floración primaveral.



     Tras cruzar el puente, descendemos dejando a nuestro margen izquierdo una explotación agrosilvopastoral tradicional mediterránea, la dehesa, usada desde la antigüedad con fines ganaderos,  siendo el más importante la montanera del cerdo ibérico, con el aprovechamiento de la bellota, aunque en la actualidad también el ganado ovino paste en la zona.

     Pocos metros más adelante cruzaremos el arroyo Tamujoso el cual debe su nombre a que en sus bordes crece de manera abundante el arbusto ribereño conocido como tamujo (Securineja tinctoria).

     Este arroyo nos acompañará durante gran parte del recorrido, mostrando en sus márgenes la vegetación de ribera más característica, entre la que encontramos una fresneda, cuyo sotobosque esta compuesto por adelfa, taraje, zarza, tamujo

     En las riberas se pueden encontrar animales que, de forma permanente, viven en ellas, como son ciertos reptiles, aves que nidifican en esas zonas y/o se alimentan de animales acuáticos, como la lavandera cascadeña (Montacilla cinerea), martín pescador (Alcedo atthis), mirlo acuático (Cinclus cinclus), y mamíferos que dependen del medio fluvial para sobrevivir, como la nutria (Lutra lutra) y rata de agua (Arvicola sapidus).

     Nos disponemos en este punto a entrar en el monte de “la Sierrezuela”, atravesamos un vado de hormigón, seguimos por el camino de la izquierda y nos adentramos en una zona muy tupida por la vegetación; en ella podemos observar eucaliptos (Eucalyptus camaldulensis), jaras de hoja de salvia (Cistus salvifolius), jaras blancas (Cistus albidus), lentiscos (Pistacia lentiscus) y multitud de pinos piñoneros (Pinus pinea). El sendero discurre paralelo al cauce del arroyo Tamujoso y, como no podía ser menos, en él nos encontramos representantes de las comunidades vegetales típicas de las zonas de ribera, como el fresno (Fraxinus angustifolia), adelfa (Nerium oleander), tamujo (Securineja tinctoria), rosal silvestre (Rosa sp.), etc.

     Continuamos el sendero, el cual tiene algunas partes empedradas, con el sonido del arroyo, que durante los meses de verano permanecerá seco debido a las altas temperaturas, sin perderle la pista a la lavanda de pedúnculo largo (Lavandula stoechas subsp. luisieri), gamón (Asphodelus aestivus), jara pringosa (Cistus ladanifer), jara rizada (Cistus crispus), coscoja (Quercus coccifera), algún madroño (Arbutus unedo), etc.

      Seguimos, y en el margen izquierdo de la vía, en el propio cauce del arroyo podemos ver cantos rodados, fruto del arrastre de piedras por parte del agua en los meses más lluviosos.

     Aparecen también enredaderas de nueza negra (Tamus communis), zarzales (Rubus ulmifolius), adelfas (Nerium oleander), etc. En el margen derecho seguimos viendo pinos piñoneros (Pinus pinea), algunos pies de encina (Quercus ilex subsp. ballota), retama (Retama sphaerocarpa), esparragueras (Asparagus acutifolius), etc.

      Tras atravesar un puente, el cual lleva el agua de una vaguada encauzada, observamos una muralla de piedra que se utiliza para evitar que el terreno se deslice al arroyo, y es desde esta zona donde podemos ver por primera vez las vías del tren, cosa que durante el resto del camino también se podrá observar en algunos puntos.

     Durante el trayecto podemos deleitarnos con el cantar de los pájaros como la curruca (Sylvia melanocephala), cucos (Cuculus canorus), herrerillos (Parus caeruleus), y ver conejos (Oryctalagus cuniculus), perdices (Alectoris rufa), mariposas, etc. Comenzamos a subir una cuesta de gran pendiente, en la que podemos ver escobas de bruja (que son unas proliferaciones excesivas de las yemas adventicias de las ramas de los pinos producidas por una infección bacteriana), y al final de la misma la unión de dos caminos de los cuales proseguiremos por el de la izquierda.

     Continuamos paralelos a la vías del tren, con las vistas del lugar sazonadas por algunos pies de acebuche (Olea europea var. sylvestris) y ailanto (Ailanthus altissima). En la parte derecha dejamos un cortafuegos, para atravesar un puente de hormigón y comenzar una subida el paralelo a una vaguada.

     Seguimos el sendero y podemos observar en su parte izquierda pinos resineros (Pinus  pinaster), y en su parte derecha pinos piñoneros (Pinus pinea); en algunas zonas del camino el mismo tiene gran cantidad de piedra de pizarra.

     Llegamos a una bifurcación del carril y continuamos por el de la derecha, que se hace ascendente y zigzagueante, cuyo margen izquierdo se transforma en un mirador natural que, a modo de balcón, permite contemplar las distintas manchas de vegetación existentes, como repoblación de pinar, olivar y encinar, que atavían la abrupta geografía del término municipal de Adamuz. Además, en los días claros, se divisa la sierra de Jaén que, difuminada en último plano, presenta tonos azulados y blanquecinos. Este indómito espectáculo que es Sierra Morena, tan solo es domado por el hombre con la construcción de la recta vía férrea del AVE.

     Sin dejar la pista forestal, perdemos las impresionantes vistas de la Sierra para continuar buscando las torretas de la emisora, donde además de abundar el monte bajo característico del encinar, destacando prácticamente todas las especies de jara, como la blanca (Cistus albidus) y el jaguarzo (Cistus salvifolius), se observan y escuchan los trigueros (Emberiza calamdra), los críalos (Clamator glandarius) y las tórtolas (Streptopelia turtur).

     Llegamos a la torre de vigilancia de incendios desde donde se puede ver como la vía del tren atraviesa, subterráneamente, el cerro en el que nos situamos, llamado Partidor.

     poco después encontramos la casilla del guarda y, algo mas escondido en el margen izquierdo, se encuentran las ruinas del antiguo cortijo de las Añoretas.En ocasiones, el camino se encuentra protegido por gaviones, que impiden que la erosión en pendiente deslice el terreno. El pino resinero (Pinus pinaster) alcanza su plenitud, y una variada cohorte de arbustos lo acompañan; entre ellos destacamos la siempreviva (Helichrysum stoechas), la jara rugosa (Cistus crispus) y el torvisco (Daphne gnidium).

La ruta continúa por la franja territorial que divide los términos municipales de dos pueblos, Adamuz, hacia el Norte, queda en el margen izquierdo y Villafranca, hacia el Sur, queda en el margen derecho. Caminamos paralelos a una loma de pinos y eucaliptos, que con sus cambios de rasante asoma y esconde intermitentemente el pueblo de Adamuz. En la lejanía se divisa la capital cordobesa y su vega.

Dejamos atrás la vegetación de repoblación para llegar a una dehesa, destinada al mantenimiento del ganado y al aprovechamiento de otros productos forestales. A nuestra izquierda queda el antiguo pozo blanqueado de la Sierrezuela, acompañándonos por este flanco el barranco del arroyo Calderuela.                         




Continuamos por nuestro sendero y seguimos apreciando grandes extensiones de repoblaciones de pinos piñoneros (Pinus pinea), con la presencia de algún eucalipto (Eucalyptus camaldulensis), lavanda (Lavandula stoechas subsp. luisieri) y jara rizada (Cistus crispus).


Un poco más adelante domina un gran chaparral a ambos lados del sendero, donde podemos observar matorral noble, compuesto sobre todo de lentisco (Pistacia lentiscus),  acompañado de torvisco (Daphne gnidium), garbanzuelo (Erophaca baetica), efímeras orquídeas en flor, que se pueden apreciar durante un corto espacio de tiempo en primavera, y matagallos (Phlomis purpurea), planta de flores rosadas, que en este sendero aparece representado con otra rara variedad de flor blanca.

     Proseguimos, haciendo una leve bajada, pudiendo divisar a nuestra izquierda unas impresionantes vistas de la Sierrezuela, y una panorámica de Sierra Morena, que se avista a lo lejos. El Barranco del arroyo de las Calderuelas nos acompañará a la izquierda ofreciéndonos  inmejorables vistas. Más cerca vemos, entre un gran macizo de pinos, con manchas grandes de matorral noble y chaparros, una serie de trincheras de piedra, testigos mudos de la Guerra Civil. A la derecha, podremos ver la vega de Córdoba, el embalse de San Rafael de Navallana y, en días claros, el Castillo de Almodóvar del Río.

     Se avista también a lo lejos el pantano Arenoso de Algallarín, y  las ruinas d una antigua ermita.

A continuación, el sendero transcurre en paralelo a la carretera durante unos metros, pero  nuestra situación, desde lo alto, nos permite disfrutar de unas preciosas vistas panorámicas de este singular entorno que la naturaleza ha forjado durante siglos. Se pueden divisar a lo lejos diversos pueblos de la comarca como Bujalance, El Carpio y aldeas pertenecientes a este último, como son San Antonio y Maruanas, e  incluso si el día nos lo permite, las Subbéticas y Sierra Mágina.

Continuamos por una pista forestal, descendiendo desde las Mojoneras hasta Fuente Agria, impregnándonos del olor a la jara pringosa que crece entre los pinares. A la bajada encontramos la vaguada que forma el riachuelo  donde está situado el parque periurbano de la Fuente Agria, donde está situada la fuente del mismo nombre, lugar de interés por ser responsable de la afluencia de gentes en épocas antiguas a este parque periurbano para la toma de sus aguas. También nos encontramos en nuestro camino con un albergue y un merendero, sitos en este parque periurbano, estando éste destinado en la actualidad al disfrute, ofreciendo al visitante numerosas actividades al aire libre, teniendo la posibilidad de quedarse a comer y a dormir.

 Seguimos por la izquierda, rodeando el albergue, teniendo en este paraje lugar el comienzo de la Ruta del Agua del término municipal de Villafranca. En este terreno forestal convive el monte mediterráneo con especies introducidas, principalmente pino piñonero (Pinus pinea) y algunos  eucaliptos. El camino serpentea por el arroyo del Frontón entre un eucaliptal. Podemos apreciar la presencia de diversas especies florísticas, como la coscoja (Quercus coccifera), la cañaleja (Ferula communis), el espino negro (Rhamnus lycioides), el taraje (Tamarix sp.), etc., acompañando a los extensos pinares...  Más adelante podemos  ver un dique de contención de agua para encauzar el arroyo en las crecidas del invierno.

Continuamos por nuestro sendero bordeando  por la parte izquierda el  cementerio del pueblo de Villafranca donde finaliza nuestro sendero.

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