Características del sendero:
- Longitud: 7’2 Km.
- Duración aproximada: 2 horas.
- Dificultad: baja.
- Recorrido: lineal
- Época recomendada: durante todo el año.
- Consejos: llevar ropa y calzado adecuado, así como cámara de fotos si se desea.
- A destacar por estaciones del año:
o Verano: observación de anfibios en pozas permanentes, canto de insectos, labores hortofrutícolas tradicionales.
o Otoño: observar contrastes de colores de la vegetación.
o Invierno: torrentes de agua, herpetofauna, observación de aves invernantes.
o Primavera: insectos, escuchar cantos de aves, disfrutar olores de aromáticas, gran colorido.
“El arte, la gloria, la libertad se marchitan, pero la naturaleza siempre permanece bella”
Lord Byron (1788-1824) poeta británico
El sendero de la Fuente Cabrera discurre entre la riqueza olivarera de esta zona, en el interior de Sierra Morena. Su trazado lineal toma rumbo Norte, en su parte inicial, siguiendo a contracorriente el cauce del arroyo Concejo, tributario del arroyo Tamujoso, y nos muestra desde actúales obras de ingeniería hasta restos arqueológicos. Su rumbo varía hacia el Sur, en su parte final, buscando las cercanías del pueblo de Adamuz, entre panorámicas interminables de olivar de sierra hasta culminar en la Fuente Cabrera, alhaja histórica, responsable del destino de este sendero.
El sendero comienza en la plaza que preside la Iglesia de S. Andrés, cuyo valor artístico reside en ser una de las primeras iglesias del gótico cordobés; su importancia histórica se halla en su origen, ligado al florecimiento de Adamuz como paso del Camino Real de la Plata, y cuyo interés etnográfico radica en la utilización de la piedra molinaza, característica de la zona.
A continuación nos dirigimos por la calle Calvario hacia el mirador, espacio abierto al campo a cuyos pies se emplaza la Fuente del Pilar, abrevadero medieval perteneciente al desaparecido Mesón del Obispo, lugar de posada para los transeúntes del Camino Real de la Plata.
Nos dirigimos por un pequeño tramo de la carretera A- 3001 hacia el primer camino que nos encontramos a la derecha, por el que continuamos nuestra andadura siguiendo aguas arriba al arroyo Concejo.
En los primeros metros de esta terriza pista flanqueada por los cañaverales típicos del arroyo y los muros de piedra que separan las fincas, podemos deleitarnos, echando la vista atrás, con una composición del pueblo y la naturaleza, que evoca un ambiente rural muy colorista.
Cruzamos el arroyo Concejo y nos situamos en su margen izquierdo, continuando el rumbo hacia el Norte, como buscando el nacimiento del arroyo, que nos da buena cuenta de la característica vegetación de ribera.
Esta vegetación, compuesta principalmente por especies caducifolias, evita la erosión y regula la dinámica de las riberas; la componen especies como zarzamoras (Rubus ulmifolius), zarzaparrillas (Smilax aspera), carrizos (Phragmites australis), tamujos (Securineja tinctorea), adelfas (Nerium oleander), tarajes (Tamarix africana) y álamos (Populus alba), cumpliendo todas ellas un importante papel en la defensa contra las avenidas y desbordamientos de los cauces, proporcionando un medio estable que sirve de refugio a numerosos animales, especialmente a las aves, como aviones (Delichon urbica), chochines (Troglodytes troglodytes), gorriones (Passer domesticus) y otros muchos paseriformes. En una zona con tantas áreas cultivadas, es la única vegetación natural que perdura.
Pasamos debajo del puente construido para el tráfico de ferrocarriles, representándose, en el pilar contiguo al camino, a la Virgen del Sol, patrona del pueblo de Adamuz. Bajo el puente, en el margen izquierdo hay numerosas gateras en cuyo interior las rocas se muestran moldeadas en forma de estalactitas.
Continuamos por nuestro sendero, y a continuación podemos observar a nuestra derecha un magnífico mosaico de olivos y vegetación natural, mientras que el camino se encuentra bordeado por un seto de encinas (Quercus ilex subsp. ballota), coscojas (Quercus coccifera), lentiscos (Pistacia lentiscus) y diversas lianas. Es un lugar de gran interés natural que sirve de refugio y hábitat a numerosas especies de aves insectívoras, como carriceros (Acrocephalus sp.), currucas (Sylvia sp.), petirrojos (Erithacus rubecula), y diversas especies de rapaces como el ratonero común (Buteo buteo). El interés faunístico es de relevancia por la presencia de mamíferos como conejos (Oryctolagus cuniculus), liebres (Lepus granatensis), ginetas (Genetta genetta) y meloncillo (Herpestes ichneumon).
Cabe destacar también la presencia de restos de antiguas trincheras de la Guerra Civil Española, las cuales se encuentran paralelas al camino y desde las que los soldados disparaban a su enemigo.Más adelante podemos apreciar una manchita de encinar con taraje (Tamarix africana), tamujo (Securineja tinctoria) y lentisco (Pistacia lentiscus) paralelos al río. Destaca también la elevada presencia de especies de porte bajo, como jaras (Cistus sp.) y tomillos (Thymus sp.), y arbustos de mayor porte como el lentisco (Pistacia lentiscus), la cornicabra (Pistacia terebinthus), higueras (Ficus carica), etc. La presencia del tamujo (Securineja tinctoria) resulta relevante, porque sustituye al fresno (Fraxinus angustifolia) y al olmo (Ulmus minor) en aquellos suelos riparios más pedregosos y esqueléticos.
Llegamos a un cruce de caminos, donde debemos seguir el sendero del centro, el cual nos llevará por una vía donde los olivos lo recorren a ambos márgenes, algunas veces salpicados por lentiscos (Pistacia lentiscus), coscojas (Cuercus coccifera), jaras blancas (Cistus albidus), torvisco (Daphne gnidium), etc.
Continuamos el sendero, y en el margen derecho nos encontramos con un muro de contención hecho de piedra, cuya función es la de evitar que se produzcan desprendimientos al camino. Seguimos la vía y vemos algunas matas de coronilla de hoja fina (Coronilla juncea), algo singular debido a que no suele verse con frecuencia, puesto que es una planta de suelos calizos.
Unos metros más adelante nos encontramos con algunos almendros (Prunus dulcis), que en los meses finales de invierno podremos observar en flor, uno de los arboles más bonitos y elegantes que existen en este época de rigor.
Seguimos el sendero y nos encontramos con un madroño (Arbutus unedo), y en el margen izquierdo del sendero nos encontramos a lo lejos con una mancha de vegetación que se observa perfectamente debido al contraste que forma con los olivos.
A continuación podemos observar una vía del tren, que tendremos que atravesar; en su parte derecha se observa como la zona está casi desnuda, cubriéndose sólo por algunos matorrales como la retama (Retama sphaerocarpa), mientras en la zona izquierda podemos ver que la zona está bastante cubierta de gayomba (Spartium junceum); también en esta parte de la vía podemos apreciar al fondo uno de los túneles ferroviarios que existen en el término municipal.
Tras el ascenso, dejando a nuestras espaldas la vía férrea, comenzamos a descender, describiendo el sendero una curva muy pronunciada. Observamos como las edificaciones cercanas se cubren de color en épocas primaverales, debido a la flor del almendro (Prunus dulcis) y otros frutales, que recubren de forma dispersa los bordes, dotando a la zona de olores y colores muy bellos.
Es en esta curva donde los retazos de matorral mediterráneo, junto con pies dispersos de encina colindantes, de gran tamaño, incluidos dentro de las fincas próximas, nos siguen mostrando la vegetación propia de Sierra Morena y nos dan una idea de la vegetación potencial de esta zona, sin duda alguna un encinar.
Entre las especies más visibles o destacables, observamos que sólo un representante de las cistáceas se encuentra a nuestro alrededor, la jara blanca o estepa (Cistus albidus), especie calcícola, acompañada del matagallo (Phlomis purpurea); además se presentan ejemplares de esparragueras amargueras (Asparagus albus), signo evidente de la mayor termicidad de la zona. Las labiadas también están representadas con la olivilla (Teucrium fruticans), especie de mediano tamaño y de flores moradas, que muestra un gran contraste de color entre el haz y el envés de sus hojas.
Continuamos el sendero, escuchando a nuestro alrededor sobre la hojarasca cómo pequeños reptiles huyen despavoridos por nuestra presencia, ya que es común en este ecosistema la presencia de pequeñas lagartijas y lagartos que, en las horas más calurosas, aprovecharán el calor del sol para poder calentarse y obtener la energía necesaria para su actividad.
Es este ecosistema del olivar un reducto de vida, ya que sirve de refugio a gran número de especies, como el mochuelo (Athene noctua), el autillo (Otus scops), la urraca (Pica pica) y el mojino (Cyanopica cyana), especies todas ellas que aprovechan las oquedades de los troncos de este árbol para hacer sus nidos. Se podrían destacar en cuanto a mamíferos infinidad de ellos, pero nos centraremos en aquellos que se observan más fácilmente, como el conejo (Oryctolagus cuniculus), el meloncillo (Herpestes ichneumon) y la liebre (Lepus granatensis), que correrá en zigzag al crepúsculo o al amanecer intentando despistarnos si se cruza en nuestro camino.
Proseguimos nuestro recorrido, para ir avistando poco a poco el pueblo en la lejanía. Podremos ver la torre de la Iglesia, entre otras edificaciones, dejando a nuestra derecha una almazara aceitera. Podremos observar a nuestra izquierda una pequeña zona con bancos de madera y gran número de árboles, en donde podremos descansar y tomar fuerzas para terminar la ruta en la Fuente Cabrera. Tras esta breve parada, atravesamos la A-421 (Villafranca-Villanueva de Córdoba), para, una vez en el lado izquierdo de ésta, continuar escasos 50 metros e introducirnos en el último tramo del sendero.
Llegando a la fuente se aprecia en la vegetación un pequeño cambio, ya que al gozar la zona de una mayor humedad, las rosáceas como la zarza (Rubus ulmifolius) hacen su aparición. Llegados al final de este sendero podremos observar la Fuente Cabrera.
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